5/10/2011

5/09/2011

EL EMBAJADOR DE VIENTO

Cuando empecé a bajar los escalones lo vi, subía despacio, vestido impecablemente con un traje azul oscuro, de perfecto corte, camisa blanca, en la que resaltaba la elegante corbata a la moda, azul claro, con diminutas rayas de un azul más intenso. En la mano, un portafolios de piel.
Era un hombre de edad madura, usaba espejuelos y tenía todo el porte de un ejecutivo, o más aún, parecía un embajador. Quizás listo para entregar, en el más solemne protocolo, sus cartas credenciales.
Nos cruzamos en la escalera, y él, en un sutil susurro casi al oído, me decía, mientras abría discretamente el portafolio y me mostraba el contenido… —Chicharrones de viento, vendo chicharrones de viento…

MÍRIAM